La ley de los varones (Los Reyes Malditos 4) by Maurice Druon

La ley de los varones (Los Reyes Malditos 4) by Maurice Druon

autor:Maurice Druon
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788490197523
editor: 2016
publicado: 2016-07-13T16:00:00+00:00


3

Las deudas del crimen

El regente Felipe estaba empeñado en asistir a la consagración del Papa, a fin de erigirse en protector de la cristiandad.

—La elección de Duèze me ha costado esfuerzos y preocupaciones —decía—, justo es que ahora me ayude a conseguir mi gobierno. Quiero estar en Lyon para su coronación.

Pero las noticias del Artois no dejaban de ser inquietantes. Roberto había tomado sin dificultad Arras, Avesnes, Thérouanne, y seguía la conquista del territorio. Carlos de Valois lo apoyaba bajo mano desde París.

Fiel a su táctica habitual de asedio, el regente dedicó su atención a las regiones limítrofes del Artois, con el fin de evitar la propagación de la revuelta. Escribió a los barones de Picardía recordándoles los lazos de fidelidad que los ataban a la corona de Francia, haciéndoles saber cortésmente que no toleraría que faltaran a su deber, y envió a los prebostazgos un buen contingente de tropa y oficiales para vigilar la comarca. A los flamencos, que al cabo de un año aún se burlaban de la desgraciada expedición de Luis X, que había terminado con su ejército hundido en el barro, Felipe les propuso un nuevo tratado de paz en condiciones muy ventajosas para ellos.

—En el atolladero en que estamos, es necesario perder algo para salvar lo más importante —explicó el regente a sus consejeros.

El conde de Flandes aceptó y permaneció neutral en los asuntos del condado vecino, a pesar de que su yerno, Juan de Fiennes, era uno de los primeros lugartenientes de Roberto.

De este modo, Felipe cerró prácticamente las puertas del Artois. Luego envió a Gaucher de Châtillon a negociar directamente con los jefes de los revoltosos y darles garantías sobre las buenas intenciones de la condesa Mahaut.

—Entended esto bien, Gaucher: no debéis tratar directamente con Roberto —le recomendó al condestable—, porque eso supondría reconocerle los derechos que reclama. Seguimos considerándolo al margen del Artois, tal como decidió mi padre. Vais sólo a arreglar el conflicto que enfrenta a la condesa con sus vasallos, y en el que Roberto, a nuestros ojos, nada tiene que ver.

—Mi señor, ¿deseáis verdaderamente que triunfe en todo vuestra suegra? —preguntó el condestable.

—De ningún modo, Gaucher, si ha abusado de sus derechos, como creo. La señora Mahaut es muy imperiosa y juzga que todos han nacido para servirla, hasta con el último centavo de su bolsa y la última gota de sudor. Yo quiero paz —prosiguió el regente—, y para esto es necesario que haya justicia para todos. Sabemos que la burguesía de las ciudades permanece fiel a la condesa, porque los burgueses están siempre en disputa con la nobleza, mientras que ésta ha abrazado la causa de Roberto con el fin de apoyar sus quejas. Ved, pues, si estas quejas son fundadas y procurad satisfacerlas sin que ello atente contra las prerrogativas de la corona; esforzaos, por lo tanto, en distanciar a los barones de nuestro turbulento primo, haciéndoles ver que con la justicia pueden obtener de nosotros más que de él con la violencia.

—Sois un buen negociador, mi señor; verdaderamente sois un buen negociador —dijo el condestable—.



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